¿Qué hacer para no procrastinar?
La procrastinación convierte a algunas tareas en una misión imposible. ¿Sabes qué hacer?
La procrastinación se da en situaciones cotidianas, cuando aplazas algo para hacerlo más tarde o cuando ya es demasiado tarde. Cualquier acción nos distrae de eso que teníamos que hacer, leer los correos, hacer limpieza general, enviar whatsaps… De repente surge una tarea que se convierte en una misión imposible: planificar una reunión, preparar un examen, buscar piso, conseguir los datos para un informe, llevar las facturas a la gestoría… Pasamos de una cosa a la otra sin concretar nada y al final, entre unas cosas y otras…
¿Procrastinar es lo mismo que vaguear?
Generalmente no, quien procrastina está ocupado en algo alternativo, que justifica no hacer lo que verdaderamente urge o se debería. Atiende a cien cosas pendientes antes que hacer “eso crucial” que posterga.
“Eso que se procrastina” se sustituye por otras cosas que consideramos que nos van a dar una satisfacción más inmediata, o suponen menos esfuerzo psíquico y/o nos van a salir mejor. No siempre se trata de un problema o algo complejo, puede ser una acción simple pero que no queremos afrontar o no nos atrevemos. Al principio, postergamos hacer “eso” y funciona; bien porque nos ven ocupados en otras cosas; bien porque nos justificamos ante nosotros mismos (no es el momento, estoy cansado, mañana las condiciones serán más favorables…). Después, llegan las consecuencias negativas: una bronca del jefe, de tu pareja, una reclamación, una pérdida de oportunidades… Esta estrategia de evitación y aplazamiento, termina mal y entonces surge el sentimiento de culpa y la ansiedad. Los autorreproches de "tenía que haber..." se acumulan en nuestra cabeza. Esto baja nuestra autoestima y autoconcepto ("no soy capaz de hacer esto, no valgo, soy irresponsable, me van a echar...").
Algunos expertos procrastinadores tienen un "golpe de suerte" y las circunstancias cambian a su favor o "tiran de su creatividad" en el último momento y consiguen cumplir los plazos, realizar la tarea con éxito... Pero no nos autoengañemos, así pasa sólo en contadas ocasiones. Pero ese refuerzo positivo del éxito engancha, vuelven a procrastinar seguros de que su estrategia es la mejor.
¿Por qué aplazamos hasta que ya no hay remedio? Hay que revisar nuestras emociones.
- Por miedo: puede ser tanto por miedo a fracasar como a tener éxito o ser felices. Sientes temor a fracasar o quedar en ridículo, implica una humillación real o imaginaria, por ser algo nuevo o comprometido, que tira para atrás. Si dudasmos de nuestras habilidades y conocimientos para realizar la tarea, con un nivel de autoexigencia muy alto que nos permite aprender y mejorar sobre la marcha o con reiteradas experienciass de torpeza que nos desaniman. Por paradógico que parezca, también nos da miedo el éxito si pensamos que va a suponer una exposición ante los demás que nos asusta o que nos van a exigir más en sucesivas ocasiones.
- Por indignación o enfado: es cuando sientes que algo o alguien está invadiendo mi espacio o no está respetando mi espacio o mis derechos, me piden algo que no quiero a hacer o que no comparto los criterios. Entras en conflicto con la tarea y no puedes iniciarla o en un conflicto interpersonal, “mal rollito” que toca afrontar.
- Por la pérdida o falta de sentido de lo que tenemos que hacer. Nos falta una motivación o interés en la tarea procrastinada. Puede ser una orden a la que no vemos sentido o que estamos en desacuerdo. Puede ser algo que no terminamos de ver el "para qué" hay que hacerlo ni sus beneficios.
Si hay consecuencias negativas, ¿qué podemos hacer?
Nos podemos ayudar utilizando técnicas de gestión del tiempo, hay muchas para elegir, tales como: apuntar las tareas en la agenda con alarmas, seguir rutinas, subdividir la tarea en otras más sencillas, eliminar distractores como el móvil … Eso puede hacer que nos pongamos en marcha y comprobemos que “no era para tanto”. Los pequeños logros nos irán motivando a seguir.
¿Bastaría con una buena gestión del tiempo? Desde mi punto de vista, no es suficiente. La mayoría de las veces necesitamos algo más, nos toca gestionar nuestras emociones. Se trata de mirar hacia nuestro interior y descubrir qué emoción es la que está predominando. Cada emoción nos pide una acción distinta:
- El miedo: Si es así, cada vez que te veas procrastinando, pregúntate a qué te debes enfrentar, qué es eso que te saca de tu “zona de seguridad”, qué es eso que te da miedo. Después, decide si quieres afrontarlo.
- La indignación: Repasa tus "razones" por si puedes flexibilizar tu postura, busca otra opiniones neutrales. Después idea un plan para abordar a quien te impone la tarea y expón lo que piensas.
- El malestar interior, pérdida de sentido: es cuando no ves la meta o estás a disgusto (No te gusta tu trabajo, tu relación de pareja, ni tus amigos, te sientes perdido/a y en agüjero negro…) Si es así, cada vez que te veas procrastinando, ponte a buscar el sentido, mira dentro de ti para encontrar aquello que has perdido, que te resta energía, que te produce tristeza o te da ganas de abandonar. Visualiza dónde y cómo quieres estar, alíneate con tus objetivos y ¡ponte con ello!
Procrastinar es un proceso reversible, ¡no te rindas!
Kenia Navarro. Psicóloga clínica y Coach emocional
Fecha de publicación: 17/10/2019